La disidencia según Andrea Zhok

(traducción artificial, aún no controlado por humano)

La disidencia según Andrea Zhok

Presentamos esta extensa pero muy interesante publicación de Andrea Zohk, profesor de Filosofía de la Historia y Filosofía Teórica II en la Universidad de Milán, que analiza la perspectiva política del área a la que pertenecemos.

En Italia, existe actualmente un amplio segmento de la población, que estimo en torno al 15%, que se adhiere a una perspectiva política totalmente incompatible con las líneas de gobierno (tanto italianas como europeas). Esta área política se suele denominar con el término vago de “área de disidencia”, pero en realidad no se trata simplemente de una postura de negación del statu quo, sino que presenta una gama de posturas políticas positivas. Los críticos de esta área también suelen referirse a ella con el adjetivo “rojipardo”, un adjetivo que tiene la gran ventaja de no tener una definición unívoca, lo que evita que quienes lo utilizan tengan que explicar las objeciones específicas que se plantean.

 

Esta área incluye a personas que adhieren al menos al 80% de las siguientes tesis:

  • 01) Crítica al privilegio de los ingresos sobre el trabajo; exigencia de una mayor atención al mundo laboral y de políticas que apoyen, y no solo la asistencia social, a quienes se ganan la vida.
  • 02) Demanda de mayor independencia nacional en la gestión de la política exterior, con la flexibilización de las restricciones de la Alianza Atlántica (más o menos clara, más o menos gradual).
  • 03) Demanda de mayor independencia nacional en la gestión de la política económica y financiera, con la recuperación de la soberanía monetaria (más o menos completa, más o menos gradual).
  • 04) Promoción de una perspectiva internacional multipolar, no unipolar (rechazo a la hegemonía unilateral estadounidense sobre la política italiana y europea; rechazo a la demonización de países no bienvenidos a EE. UU., como China, Rusia, Irán, etc.).
  • 05) Demanda de una regulación rigurosa de los flujos migratorios, haciéndolos compatibles con la capacidad de metabolismo de la sociedad italiana, tanto económica como culturalmente.
  • 06) Rechazo a la injerencia ético-paternalista del Estado (o de las instituciones supranacionales europeas) en la gestión de las relaciones sociales: rechazo a la sustitución de la familia por parte del Estado en materia educativa, rechazo al control estatal sobre la información accesible, rechazo al adoctrinamiento estatal de la moralidad pública (normas políticamente correctas, imposición de agendas supuestamente “verdes”, etc.), rechazo a las formas de coerción en la atención sanitaria (empezando por la vacunación obligatoria).
  • 07) Apoyo a las políticas familiares, comenzando por el reconocimiento del papel insustituible de la familia —como lugar de reproducción biológica y cultural— en el funcionamiento de una sociedad (apoyo a la maternidad, guarderías accesibles, reducción de las presiones para la movilidad territorial por motivos laborales, etc.).
  • 08) Restablecimiento de la eficiencia y la funcionalidad del sistema económico mediante la reducción de la excesiva intermediación burocrática que afecta tanto al sector público como al privado. Simplificaciones regulatorias y fiscales en el sector privado. Eliminación de la proliferación de supuestos “controles de calidad” en el sector público, que ahora agotan más recursos que la prestación de servicios primarios.
  • 09) Lucha contra los monopolios y oligopolios privados en los sectores estratégicos de la información, la edición y las finanzas. Estos monopolios y oligopolios representan una amenaza constante para cualquier sistema que se precie de democrático.
  • 10) Reivindicar un papel fundamental para la tradición natural, histórica y cultural, que, si bien siempre corregible, nunca puede ser simplemente eliminada como meras contingencias. Rechazo de la ideología progresista y de todas las propuestas de extremismo relativista. Rechazo del principio de que lo tecnológicamente factible también debe ser éticamente factible (desde la gestación subrogada hasta las “ganancias de función” para virus, etc.).
  • 11) Solicitar la restauración de la función educativa primordial de las escuelas y universidades, orientada a formar ciudadanos autónomos y no a funciones temporales de mercado (retorno a una escuela de conocimiento, como un bien personal de libre uso; abandono del enfoque en las “competencias”, como funciones superficiales de la socialización conformista).
  • 12) Restauración de un sistema público de salud funcional, extendido por todo el país, accesible y con tiempos de espera reducidos; abandono progresivo del sistema de externalización privada de servicios, que descarga las situaciones más costosas sobre el sistema público y se lucra con la clientela más accesible.

Ahora bien, estos 12 puntos podrían ampliarse y, por supuesto, articularse, justificarse y motivarse extensamente, pero lo importante es que no representan una maraña de temas aleatorios e incoherentes, sino un sistema internamente coherente de peticiones, propuestas y demandas, donde cada voz puede ser respaldada por otra diferente y en continuidad con ella.

Podría pensarse que, dada esta herencia compartida de creencias políticas, una fuerza política representativa debería tener fácil surgimiento.

Esto no es lo que está sucediendo.
Actualmente, al menos el 15% de la población que ya está sustancialmente de acuerdo con estas ideas no tiene representación política en las instituciones.
Esta área está compuesta en parte por individuos despolitizados, quemados por experiencias previas, que sueñan con un Armagedón que arregle las cosas (y ciertamente no se puede descartar un Armagedón, pero la experiencia histórica nos dice que, en cualquier caso, las cosas bien no ocurren solas, sino que son guiadas por quienes están preparados). Esta área se compone en parte de una pluralidad de microorganizaciones, tendencialmente autorreferenciales y mutuamente hostiles. El triste, francamente vergonzoso, espectáculo que presenciamos constantemente es que, en cuanto John Doe presenta una de las ideas mencionadas, estas son aplaudidas; en cuanto John Doe aparece apoyando al grupo X, es inmediatamente condenado al ostracismo por ser poco fiable por miembros de los grupos Y, Z, Q, etc.

Es obvio que esta fragmentación sectaria y autorreferencial garantiza al establishment un sueño tranquilo durante siglos.

Entonces, ¿qué deberíamos hacer si creemos que esta maraña de ideas debería tener una representación política activa?
Como base mínima para revertir esta tendencia destructiva e inconclusa, veo la necesidad de fomentar al menos dos actitudes.

La primera es una actitud que concierne a la amplia base humana (las bases) de esta área. Debemos abandonar esa forma de pensamiento mágico que simplemente tener el número adecuado de “me gusta” en redes sociales es suficiente para que la revolución esté a medio hacer. Sin un compromiso personal que salga a la calle, vea a otras personas e intente organizarse con ellas para hacer aunque sea una sola cosa, nada puede cambiar. Inevitablemente, como siempre, ocurrirá que muchos de estos esfuerzos organizativos —iniciativas, movimientos, asociaciones culturales, etc.— terminen siendo efímeras aventuras. Pero los contactos establecidos, la práctica de organizarse y organizarse, permanecen y constituyen un activo político fundamental.

La segunda cuestión se refiere a los líderes pro tempore de estas organizaciones, quienes deben abandonar la pretensión de ser la reencarnación de Lenin, quien, con mano firme y ortodoxia inquebrantable, dirigió a las tropas a la conquista del Palacio de Invierno. Más allá del hecho de que se trata de un revolucionario de postal, que nunca existió, el momento histórico es el polo opuesto de lo que favorecería un “núcleo de hierro de revolucionarios profesionales”. Cualquiera que asuma la carga y el honor del liderazgo en ausencia de una organización estructurada debe tener la generosidad de pensar en su “criatura” como algo nacido para disolverse en algo mayor, en cuanto surja la oportunidad. Y debe presentarse como tal. Metafóricamente hablando, debe verse como la formación temporal de una compañía mercenaria, lista para disolverse en un ejército venidero.

En cambio, estas dos formas de fragmentación —de individuos separados esperando que la revolución suene a campanazo, y de grupos separados que se desprecian mutuamente (y que hacen alarde de este desprecio)— representan un fracaso político trascendental.

 

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